ELOGIO DE LA LENTITUD

“Quien camina lento (con lentitud), camina sano (con salud) y va (llega) lejos”. ¡Qué duda cabe que la frase italiana de la pintada no sólo suena mejor, sino que por sí misma y sin traducción ninguna que nos acerque su significado, es más verdadera que vertida al castellano literal que acabo de improvisar. Ya los mismos italianos acuñaron el dicho traduttore, traditore (Traductor, traidor), que no requiere explicación suplementaria. Pero vayamos a la frase.

Plantear hoy día la apología de la lentitud es predicar en el desierto. A pesar de la aparición de algunos libros sobre esto, de la recuperación de clásicos como Thoreau o de sabios orientales que abocan por dejar que la prisa resbale por nuestros cuerpos con la facilidad que lo hacen las gotas de lluvia, a pesar de todo ello, nuestro tiempo no es propicio a lo que signifique tranquilidad, serenidad, lentitud, silencio. Y, sin embargo, ése es el camino que muchas veces precisamos, cuando más nos acucian los problemas.

Pero la frase apunta a otra cualidad cada vez más rara en nuestros días: la constancia, la perseverancia, el mantenerse firme en la misma dirección, por muy mal dadas que vengan las bofetadas que la vida pueda infligirnos.

No es cierto, en cambio, que caminar despacio aboque a la salud, pero lo contrario sí que supone perderla fácilmente, por lo que, en puridad, se podría considerar válida también. Lo lento, pues, como sinónimo de salud.

Por último, “lejos”. Es un concepto ambiguo. Puede significar longitud, si tomamos la referencia desde un punto de partida. Puede indicar logros, si tenemos en cuenta lo que se consigue poco a poco, sin desmayos ni abandonos. Puede querer decir altura, si las miras apuntan a lo alto, desde un suelo mucho más plano y trivial. Pero en los tres casos es siempre un concepto del “más” en cantidad, del “más allá” en el espacio o hacia arriba.

Caminemos lento. Sin pausas. Sin prisas. Sin paradas. Sin descanso. La primera acción que inicia una singladura alrededor del mundo parte de soltar las amarras desde un puerto cualquiera. El comienzo de cualquier peregrinaje, lo hace con el primer paso, sin el cual no nos movemos siquiera. Sin ese primer acto, nada prosigue, nada se logra. Pero hagámoslo con cadencia morosa. Caminemos lento. Tendremos la salud más preparada para viajar lejos, llegar lejos, mirar lejos.

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