EL CABO DE PEÑAS, METÁFORA Y SÍMBOLO DE LA RESISTENCIA

Ahí donde lo veis, este espolón de cuarcita armoricana, aunque roto en su extremo, lleva aguantando los embates del mar muchos millones de años. Su dureza y resistencia a la erosión son tales, que todos los demás materiales de que está rodeada han cedido y han configurado lo que es un cabo: un entrante de la tierra en el mar. Aunque en realidad debería decirse un fracaso del mar contra la tierra, pues él es quien golpea, y ella quien resiste. Y si no fuera porque el macizo galaico-duriense es más antiguo y prolonga su extensión con el dúo Estaca de Bares-Ortegal, en La Coruña, el Cabo de Peñas sería el punto más septentrional de la península Ibérica.
 
Sirva esta imagen, pues, que prolonga su mirada muchos kilómetros mar adentro, como símbolo de lo que debemos hacer nosotros en momentos como el presente. Resistir. No queda otra. Si estos acantilados han podido, nosotros también. Sólo debemos dejar que la roca nos inspire la paciencia necesaria para culminar el proceso con éxito. El camino y la dirección ya nos los muestra con su osamenta rota pero firme.

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