ATACANDO LOS PREJUICIOS POR LO MUSULMÁN

De acuerdo, lo confesamos no sin reticencias. Esta cúpula no pertenece a la Alhambra, ni a alcazaba alguna. Es una obra realizada bajo auspicio cristiano. Fue construida en el primer cuarto del s. XV en Sevilla. Pero no es musulmana. Sólo es mudéjar. Se trata de la cúpula del Salón de Embajadores de los Reales Alcázares sevillanos, en concreto a la parte auspiciada por Pedro I.

A veces, pruebo a mis alumnos, poniéndoles sin cartel ni aviso de ningún tipo, una obra como ésta, u otras, bien musulmanas propiamente dichas, bien corregidas por el tamiz cristiano en la mixtura mudéjar. La mayoría, hasta los más ceporros, suelen alcanzar la expresión “¡qué pasada!”, que es justamente lo que pretendo con el experimento. Luego, les comento que todo eso tiene su origen en el Islam, y en la prohibición de mostrar personas o animales, y cómo la decoración bajo múltiples formas y expresiones alcanzó con ellos cotas magníficas de belleza, que solemos desconocer. Pero también les azuzo para que acaben reaccionando en contra, para que salgan sus críticas a todo lo musulmán. Suelo hacerlo en horario tutorial más que en clase de Arte, porque conociéndolos y conociéndome, la clase “oficial” se iría a tomar viento. La idea es que reaccionen. ¿A qué? A las ideas preconcebidas de que todo lo musulmán es atrasado, sucio o malintencionado.

A continuación, les cuento que en el año 1.000 la ciudad más populosa de la España cristiana era León, y que tenía sólo 10.000 habitantes, y un nivel de higiene deplorable y una cultura por lo común limitada a los monasterios, como bien indicara en famoso libro Sánchez Albornoz. Acto seguido, les refiero que en ese mismo año, Córdoba, capital del califato homónimo alcanzaba los 500.000 habitantes (¡medio millón, sí!, sólo superada por la Constantinopla bizantina), con un nivel impresionante del control del agua y del alcantarillado, y una red increíble de baños públicos, teniendo en cuenta que se trataba de una ciudad con un clima cálido buena parte del año; que la traducción de obras antiguas, filosofía, la poesía, la medicina y otras disciplinas brillaban con una luz propia que en toda Europa reconocían los pocos fanáticos que en ella había. Todo lo cual les hace mover el ceño. Unos, extendiéndolo, rendidamente admirados. Otros, frunciéndolo, visiblemente molestos.

A los primeros, la explicación les dará otro punto de vista, otras plataformas desde las que ojear nuevos horizontes. A los otros, inasequibles a las orejeras del fanatismo educativo familiar, o de la religión, o de los prejuicios, cuando no a todo ello junto, a ésos, insisto, la clase sólo habrá servido para afianzarles un poco más en que su profesor es poco patriota, un débil multiculturalista como Rodríguez Zapatero, y quién sabe qué cosas más que no me dicen, aunque a veces adivino. Pobres. Jamás adivinarán que únicamente hablo para los otros, que son quienes en realidad me escuchan, y no sólo me oyen. Eso sí, las imágenes se las tragan. Quieran o no.

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