LA DESCONFIANZA EN LA RAZÓN

Leo una entrevista que Guillermo Altares le hace a la filósofa húngara Agnes Heller (El País Semanal, 20-VIII-2017), esta mujer menuda, de avanzada edad, y superviviente de los dos horrores más grandes que ha vivido el siglo XX: el Holocausto judío y el Gulag soviético. Sorprende su vitalidad, su herejía constante, evolutiva a lo largo de toda su vida, de su disidencia disconforme a aceptar lo que los demás marcaban como pensamiento único, porque el pensamiento si se caracteriza por algo, es, precisamente, por ser multiforme, infinito en sus ramales y posibilidades, inaprehensible en una única dirección.

Esta mujer, que fue discípula marxista de George Lukács, hizo de la disidencia y del pensamiento individual su marchamo más personal, una vez que los derroteros de su azarosa vida le fueron convenciendo de que el ser humano podía llegar a convertirse en el ser más abyecto que la Tierra albergara nunca. Aun así admite no comprender cómo se pudieron dar esas dos muestras de exterminio de humanos por humanos: “Nunca he logrado una respuesta. Lo que sí he llegado a comprender es que la idea de la Ilustración del siglo XVIII, la imagen de un progreso social constante, es un gran error. En el siglo XX vinieron Auschwitz y el Gulag. ¿Eso es progreso? El mundo es un lugar peligroso y siempre lo será. Debemos aprender a vivir con ello.”

Pero lo que más me ha dado que pensar es su desconfianza extrema hacia la Razón. No es que no la use, es que no confía en ella “porque los totalitarismos nos han enseñado que los malos instintos pueden matar a miles, a decenas de miles, pero solo la razón puede matar a millones, porque la ideología basada en el pensamiento racional establece que matar es correcto. La maldad puede matar a unos pocos, pero es la persuasión, el llamamiento a la razón, lo que te puede llevar a hacer cosas mucho más terribles”. Y me ha dado que pensar, porque yo me considero una persona cuyo enfoque analítico del mundo le da la preminencia a la razón sobre el sentimiento. Y aunque no me considero un racionalista puro ni extremista, y aunque yo le doy la adecuada entrada a los sentimientos, cuando procede… A ver si yo, en el fondo…

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