TODO EMPEZÓ CON UN PARCHE EN EL OJO (MICRORRELATO)

Cuando le preguntan, una vez más, a la niña, que ya no es niña, sino famosa escritora, cuándo comenzó su andadura con las letras, ella suspira y simula que recuerda, aunque en realidad sabe en qué va a consistir la respuesta, pues la lleva bien pensada y perfilada desde hace años, y la ha contestado muchas veces, pero da igual porque los periodistas hacen como que leen otras entrevistas y se documentan, pero resulta que no, y preguntan siempre lo mismo, como si nadie leyera nada, y entonces su explicación es como si fuera la primera vez que la responde, y se arrellana en su butaca, apoya el mentón en su mano, como si recordara, y le cuenta a la periodista (aunque en realidad, recita). sin mirarla casi, como si hablara sólo para el móvil que graba, que la cosa comenzó cuando le taparon el ojo derecho cuando tenía nueve años, para potenciar el otro, que tenía serias deficiencias, y ya se sabe lo que le sucede a una niña con un parche en el ojo, habiendo compañeras tan sutiles, tan encantadoras, que no dejaron de llamarle cosas horribles durante mucho tiempo, lo que afectó seriamente a su autoestima, aunque no se quedó de brazos cruzados y urdió una venganza, infantil si se quiere, que consistía en escribir en un cuaderno todo lo que le haría a esas niñas si pudiera, a modo de diario, pero luego todo eso se le quedó corto, y fueron apareciendo historias algo más largas, como de una página o dos, donde la protagonista era ella, la heroína, y sus estúpidas compañeras los personajes secundarios a quienes les pasaba todo lo malo, enfermedades, muertes, desapariciones, torturas, y así durante un par de años, hasta que un día la maestra la pilló en un recreo escribiendo escondida en un baño, y le preguntó muy seria que por qué, y ella se lo contó así por encima, como queriendo escurrir el bulto, pero aquella señora se interesó y tuvo que contárselo todo, y cuando pensó que la castigaría resultó que la anécdota la había entusiasmado, sin venir mucho a cuento, la verdad, a lo mejor porque ese día no había preparado la clase, o porque igual estaba cansada, ¿quién podría saberlo?, y le propuso que leyera en clase y en voz alta algunas de esas historias, aunque lo curioso es que lo planteó sin haberlas leído ella antes, y ante la presión no pudo negarse, pero intuía que en cuanto abriera la boca, se iba a armar una bien gorda y que llegaría a casa bien magullada, y dudó un poco, pero la maestra frunció su famoso ceño, y al final la niña que entonces era acabó leyendo (¡qué remedio!) sin levantar la vista del cuaderno, y todo de corrido, casi sin pausa, pero al acabar la tercera historia (eran pequeñitas), resultó que no la odiaron, no quisieron arrancarle el parche, el ojo o la blusa, sino que prorrumpieron en aplausos, y pidieron otra, y luego otra, porque al parecer les encantó salir en esos cuentos terribles, como si fueran actrices de telenovela, y le pidieron que escribiera más, y desde entonces la niña del parche en el ojo se convierte en la chica lista del grupo, a la que nadie toca ni nadie insulta, y a la que todos comentan algo por si sirviera de argumento para otras historias o cuentos o novelas, lo que le hizo reflexionar largo y tendido sobre lo que había sucedido, y acabó por suponer que si lo que le había salido desde la rabia y el rencor había convencido a aquellas energúmenas, y había salido indemne, igual podría probar con el resto de la gente normal y tranquila, ¿no?, y desde entonces acá.

Del libro inédito Micrólogos

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