RECIÉN SALIDO (MICRORRELATO)

Acabo de salir. No entiendo nada. Hay demasiado ruido. El sol no es tan brillante como esperaba. La gente corre demasiado. Los coches son más largos, resplandecen. Hay escaparates por todos lados. Las calles son más anchas. Las personas no me miran, aunque yo miro a las personas. La mayoría sólo merecen un vistazo. Pero con algunas lo hago fijamente. Sigo sin entender demasiadas preguntas. En realidad, sigo sin entender por qué me vienen tantas preguntas. Por qué esa sensación de picazón en la lengua, después de insultar por lo bajo a ese guardia urbano. Por qué esa hinchazón en la entrepierna, sin venir a cuento. Por qué llevo todo el rato mirando escotes sin parar. Por qué sólo hablo conmigo mismo. Por qué no he pronunciado una sola palabra a nadie desde que me soltaron. No sé de qué sirven tantas preguntas si no consigo una sola respuesta. No sé por qué estoy pensando todo el rato, si lo único que me apetece ahora es comer hasta hartarme, y luego dormir una gran siesta, y luego follar hasta reventar y que no me reconociera ni a mí mismo. Pero pienso, y mientras lo hago, sólo puedo mirar cuanto me rodea y a quienes pasan a mi lado, sin reparar en mí. Pensar y mirar. Eso es lo que llevo haciendo los últimos once años, vigilado desde cerca por doctores y enfermeras. Es lo mismo. No entiendo nada. Sigo sin comprender la necesidad de que me echaran. Aquí hago lo mismo: pensar, mirar, y seguir triste. Y encima nadie me habla. Y aunque yo quisiera gritar bien alto, no sabría bien qué acabaría diciendo. Habría sido mejor que me dejaran quedarme, que me prorrogaran la estancia. Allí estaría igual de mal, pero dentro había responsables de que anduviera sin rumbo. Aquí, no; aquí estoy yo solo. Y mucho me temo que vaya a cometer cualquier locura.

Deja un comentario