ORDENAR LOS LIBROS

Hay muchas formas de ordenar los libros. Cuando se empieza, y no se tienen muchos, un anaquel sirve, y ahí se van a depositar, uno a uno, ¿quién sabe?, si ordenados por colores, por grosores o cómo. Los niños, los adolescentes son peculiares en esos asuntos. Pero que levante la mano entre los letrosos del mundo, que no lo sea.

El problema comienza cuando en número de volúmenes aumenta y (importante esta “y”) se sigue viviendo en el domicilio paterno. La problemática puede ser mayor o menor dependiendo del tipo de padre/madre que se tenga, pero en cualquier caso los libros habrán de acumularse a buen seguro en la habitación propia. Suponiendo que se tenga (hoy es muy común, pero otrora…). Y si se tiene, sólo queda disponer de los ringleros necesarios para alinearlos como procede, que el tipo de orden ya se elegirá después. Aquí vienen ciertos tiras y aflojas sobre si comprar estanterías, instalar una modular, una fija ampliable, una encastrada en la pared… Cualquier solución será temporal, y eso lo saben los padres, que no obstante acaban otorgando la compra o la reforma necesaria para tales menesteres.

Una vez logrado el suficiente número de anaqueles, o el disponible, viene el peliagudo asunto de CÓMO ordenar los libros, es decir, el criterio de ordenamiento. Y comienza, claro, con una división temática que divida la obra propia entre libros y tebeos (mangas, novelas gráficas, cómics en general), por una cosa es una cosa, y diez una decena. Así, quedarán los libros “serios” por un lado, y lo no tan serio (a decir de los padres, siempre, claro), por otro. Y ¿cómo se ordenan a su vez? Bueno, aquí los inicios también son clásicos: el orden alfabético cubre bien la necesidad. Siempre que el número de volúmenes no sea desparramante. Y que uno se sepa el nombre de los autores, claro; asunto éste para el que algunos lectores no están tan bien dotados. Cubierto el expediente, el éxito ha sido posible porque la temática libresca es bien escasa.

Es cuando uno crece y/o realiza estudios superiores, y los temas que interesan se multiplican (a veces, hasta lo inenarrable), cuando surgen de nuevo problemas de espacio y de clasificación. Omitamos las vicisitudes de la adolescencia pasada a juventud, para ubicarnos directamente en el lugar donde vivimos, ya fuera de la influencia paterna, al menos de forma directa. Aquí ya no tenemos problemas de cuántas estanterías comprar, ni de cuáles son los órdenes correspondientes. Pero si se convive con alguien, aparecen otras dificultades que hay que solventar (habitaciones respectivas, obras de los espacios comunes, etc.). Con todo, el problema principal es que ahora sólo se sostiene una clasificación temática, y dentro de ella la alfabética. Pero sucede que a muchos les gusta subclasificar por temas secundarios (así, en la Literatura, obras inglesas, francesas, hispanoamericanas, etc; en la historia, obras del medievo, de época contemporánea, antigua, biografías, etc.). Y las posibilidades se complican aún más si, como he conocido varios casos, hay ciertas alergias a las cuestiones de orden, y se omite el orden alfabético, manteniendo, eso sí, el temático; lo que obliga a una búsqueda dilatada para hallar una obra, dilatación que, a decir de estos usuarios, es uno de los encantos añadidos de la posesión y lectura de libros. No es mi caso.

Conocí dos personas que tenían sus libros colocados por riguroso orden decreciente de grosor. Y una que los ordenaba por precios; también descendente. No comento en este momento las discusiones (precedidas de abundoso humor) que generaron tales hallazgos.

En lo que a mí respecta, para no extenderme en exceso, soy un tipo clásico, con algunas peculiaridades pequeñitas, como por ejemplo que hay libros en todas y cada una de las estancias de mi piso de Avilés (el próximo de La Coruña aún ha de perfilar su forma definitiva). Dos habitaciones albergan el  grueso de mis libros: el salón y la “habitación de invitados” (en esta última es donde guardo los libros estrictamente no literarios). Mi modo de ordenar es temático (Novela, Cuento, Microrrelato, Ensayo, Teatro, Poesía, Literatura sobre libros, Libros sobre escritura, Diarios y epistolarios). Dentro de ellos, el orden alfabético rige sus destinos. Y diferencio los leídos -arriba- de los que faltan por leer-. Y hay un anaquel donde se van acumulando los que voy leyendo cada año, que en enero son contabilizados, anotados y devueltos a sus lugares temáticos originales -sección leídos-. Detrás de mi silla de despacho hay toda una sección (ocho anaqueles) con las obras referenciales de mi vida, repetidas en ediciones especiales, todas con tapa dura.

Por último, decir que para mi propio cumpleaños, que acontecerá en breve, me he anticipado a regalarme unos cuantos libros de un género al que dedico mucho y que me inspira más: el microrrelato. Concretamente, cuarenta y cuatro ¡44!, en la mayor compra conjunta que he efectuado en mi vida. Ya los tengo todos en mi poder. Y los he ordenado por altura, de más alto a más bajito. Comenzaré hoy mismo con el más diminuto, e iré avanzando en altura, poco a poco. El caso es crecer de algún modo.

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