MEJOR QUE NO VINIERAS NUNCA, OH, MUSA (MICRORRELATO)

De siempre me hablaron de ti. Ya de pequeño. Pero nunca te veía. Fui leyendo desde chiquito, y cuando el mundo griego se apareció ante mí, tu ausencia pesaba lo suyo, presa quién sabe dónde. Por los 18, comenzó todo. Unas veces me impulsaba una energía irresistible. Otras, no sabía por qué lo hacía todo. Pasaba del entusiasmo más extraordinario, al abatimiento más lacerante. Pero, conforme al consejo de mi tía, no dejé de escribir jamás. Ni un solo día. Jamás te vi, no obstante. Me gustaría haberte conocido. Acaso para intimar, no sé. Por la curiosidad de tantos años oyéndote nombrar. Hubo quien me dijo que escribiera con ese objetivo, precisamente: el de conjurarte y obligarte a aparecer. Pero gracias a mi tía, el número de volúmenes salidos de mi mano aumentaba año a año. La pluma, la máquina, el ordenador, todos ellos reflejaron mi perseverancia sin desmayo. Quizá alguien lo tilde de pertinacia, pero poco importa ya. Nadie me dijo si aquello era bueno o no, ni yo tampoco pregunté demasiado. Tú seguías sin surgir, pero eso parecía cada vez menos relevante. Y ya a mis años, si no acudiste nunca, no creo que ahora aparezcas al final. Por eso es mejor que te quedes donde estés. Con mi edad, no deseo cosechar un sucedáneo de triunfo que arrumbe el edificio de mi sólido fracaso. Mi espera infructuosa ha cosechado por contra un pleno lleno de materia. Si hubieras llegado a mi vida, ¿quién sabe cuánto habría tardado en depender de ti y sentirme despechado, a poco que me abandonases? Si te hubiera conocido, puede que habría destacado más en algún momento concreto. Pero no habría sido mi obra. Habría sido la tuya. A la larga, te habría odiado por ello.

Deja un comentario