HUYENDO DE LA QUEMA

El motorista huye de la zona que arde. Atrás, el fuego casi lo alcanza. Por fortuna, su moto es veloz, y él es capaz. Se dirige hacia la zona tranquila, donde las llamas no lo perjudiquen. La velocidad es su arma. La rapidez, la única táctica viable: si se queda, muere; si llega al lugar al que se dirige, se salva. Lo malo es que no puede mirar atrás, ni paladear tranquilamente ese espectáculo. Se ha demorado en exceso. Porque tras el trabajo, realizado con minuciosa exactitud, a punto ha estado de verse afectado por las llamas que él ha iniciado por encargo. Sólo que es un trabajo que se adecua a la perfección con su placer visual ante el fuego. Es un pirómano hedonista, que a veces aparca la sensatez, dominado por la estética inasible de ese fuego que ha marcado toda su existencia. Sigue adelante, sin mirar atrás, pues ha de llegar a esa loma desde donde podrá ver cómo su obra se expande sin control. Una vez allí, si logra despegarse de la sensación intensa de placer, grabará un vídeo, tomará unas fotos, pues tras el disfrute, querrá reeditarlo en el recuerdo. Esa será la causa de su desgracia, cuando sea denunciado, cuando lo capturen, cuando accedan al material de su móvil. Para entonces, sólo le quedará la memoria, siempre frágil, para inyectarse un sucedáneo, allí donde ya no podrá acceder en mucho tiempo a su droga fetiche.

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