HITOS DE MI ESCALERA (23)

Después de terminar el COU con brillantez y de haber superado la Selectividad por los pelos, tenía el camino expedito para poder estudiar la carrera que llevaba años queriendo cursar: Geografía e Historia, que no precisaba nota de corte. He de reconocer que mi caso fue bastante anormal, porque saber ya desde los 12 años que quieres estudiar algo concreto, no es lo más habitual. Por lo común, en la infancia uno cambia diez o quince veces de gustos, de vocaciones, de objetivos. Yo, no. Desde pequeño, cuando íbamos de vacaciones yo les pegaba mis brasas a mis padres (y hermano, aunque éste no se enteraba, por la edad) en el trayecto de ida o de vuelta. Ya entonces, era pesado e insistente, mucho, y mi padre alguna vez amenazó con dejarme en alguna gasolinera del camino, si no dejaba de cantarle las glorias del imperio de los Austrias mayores o las penurias de la Guerra de la Independencia; solía parar por un rato, pero al poco volvía con las hazañas de nuestra torturada historia, mezcladas con las del Jabato o el Capitán Trueno.

Pero no resultó fácil el plácet, no. Para empezar, mi padre, que jamás se preocupó de mi educación en la corta y media distancia, albergaba, como toda persona frustrada que se precie, grandes planes para mí. Imagino que para compensar lo que a él no le fue dado alcanzar. El caso es que él, como casi cualquier padre en aquella época, deseaba con fruición -valga la hipérbole- que yo cursara Derecho. Con mis cualidades, de sobra probadas, me sacaba la carrera en cinco años, y como iba un curso adelantado, con 22 ó 23 años (aún no sabíamos que me libraría de la mili) él no tendría problema en colocarme en algún bufete de entre los muchos abogados y personal de la administración que él conocía. Lo acojonante del asunto, no era sólo que se lo creyera a pies juntillas, sino que era un plan perfectamente factible: mi padre no tenía un solo amigo de verdad, pero desde su puesto en la Recaudación de Tributos de León 1ª Capital, conocía hasta al apuntador. Lamentablemente, el primogénito le salió rebelde. O, más que rebelde, individualista y con ideas propias.

Y lo que el pollo bachiller decidió fue que se matricularía en la facultad de Filosofía y Letras de León, recientemente desgajada de la Universidad de Oviedo, de la que había dependido. Mi madre no es que terciara en la disputa, pero concordaba más con lo que pensaba mi padre. Debió ser una de las pocas veces en que esto se dio, por alguna conjunción planetaria desconocida. Con todo, el pollo dijo que Historia, y fue Historia. Y con ello mis padres quedaron muy compungidos. No se opusieron de modo violento. A mi madre no le hizo ninguna gracia que me matriculara en una materia que le parecía una mandanga, pero mis argumentos tenían la capacidad de hacerla dudar unos minutos tras mis peroratas. Mi padre, visiblemente contrariado, optó por algo que se le dio muy bien: hacerme el vacío. Y estuvo sin hablarme varios meses. Lo cual yo agradecí en lo más profundo, porque ya de aquella sólo hablábamos para discutir.

Pero, sí, me matriculé en la infausta facultad leonesa, que los hados confundan, donde permanecí por espacio de tres cursos. Lo hice desde el amor más absoluto, desde la ilusión más indestructible, desde el convencimiento más fanático. Eso sí, con la intención de obtener el mejor expediente posible, por dos razones. La primera, porque en mi carrera, que no es de las más complicadas, el único modo de destacar es con las mejores notas, porque licenciados con suficientes o bienes en Geografía o Historia los hay a patadas. La segunda, con la secreta pero intensa idea de demostrarle a mi padre que podría ganarme los garbanzos sin su ayuda, y como consecuencia de mis propias decisiones. El resultado lo sabéis de sobra todos los que me conocéis.

4 Comentarios

  • Emma
    Posted 7 de febrero de 2021 09:11 1Likes

    Las madres y los padres siempre quieren lo mejor para sus vástagos, sobre todo para el primogénito o, en mi caso, la primogénita. Está en su ADN. Independientemente de sus frustraciones, su mayor deseo es que tengamos un futuro mejor. A veces proyectan sus frustraciones, las más, sus ilusiones. Quieren vernos en lo más alto. Desean que triunfemos en la vida. Y que esa vida nos resulte menos trabajosa que la suya, más cómoda, más fácil.
    El único fallo, en tu caso y en el mío, es que, en ese deseo legítimo, no suelen contar con nuestras aspiraciones, nuestros sueños, nuestras ilusiones. O nuestras necesidades.
    Siempre he admirado de ti tu determinación y tu constancia. También en esto, aunque no saliera como lo habías pensado.
    Estoy segura de que tu padre se sintió muy orgulloso de ti y de tus logros, aunque no te convirtieras en el abogado que deseaba que fueras.

    • Eduardo Arias Rábanos
      Posted 7 de febrero de 2021 10:05 0Likes

      Tienes mucha razón. Va en su ADN. Y no contar con la opinión de los interfectos (tú o yo), también. Sabemos que lo hacían desde sus presupuestos, que no eran los más preparados para saber qué sería lo mejor para nosotros. Nada que reprocharles… hoy. En su momento, generó varias tormentas. Desde luego, lo que no les agradeceré nunca lo suficiente fue que no se opusieran frontalmente a que estudiara Gª e Historia, pudiendo hacerlo tanto cuando la comencé, como cuando más tarde, planteé la posibilidad de estudiar una especialidad fuera de León. Nunca, insisto. Cuanto a lo del orgullo… Quiero pensar que sí, aunque nunca me lo dijo. Pero como sus hechos posteriores buscaron ayudarme, cuando lo necesité de verdad (no en el día a día, sino en los momentos clave), debo apostar por que sí. Al fin y al cabo, los hechos son superiores a las palabras (o a la ausencia de ellas)

      • Emma
        Posted 8 de febrero de 2021 08:38 0Likes

        En mi caso no tuvo nada que ver ni con la preparación ni con la cultura. Ni mi madre ni mi padre se opusieron a mis deseos de estudiar Magisterio. Mientras que mi padre se sentía orgulloso de que empezara a ganarme la vida tan pronto, a mi madre le entristecía y le avergonzaba que “solo” fuera maestra. Por mucha oposición que hubiera sacado a la primera,.

        • Eduardo Arias Rábanos
          Posted 8 de febrero de 2021 10:17 0Likes

          Pues es algo que agradecerles, y colocar en su “haber”. Lo que cuentas de tu madre también es muy común. Hay padres y madres para los que, por mucho que hagan sus hijos, y lo a gusto que éstos se sientan, nunca estarán satisfechos. En parte, es algo positivo, porque evidencia que confían en nuestro potencial, pero lo negativo son las consecuencias generadas de esa falta de empatía. Por fortuna, muchos hijos (e hijas) mejoramos lo transmitido (ejem)

Deja un comentario