EL ALMA VIVA DE LOS EGIPCIOS

Los egipcios tenían una concepción del alma que difería mucho de la que, por influencia judeocristiana, estamos acostumbrados a tener. Ellos creían que existía un alma, sí, pero para que perdurara tras la muerte del cuerpo al que iba asociada, era preciso que éste se conservara, y no se pudriera. La unión de alma y cuerpo egipcia es conmovedora, pero es lo que motiva que tras el fallecimiento de la persona, si se deseaba que el alma la sobreviviera, era preciso momificar el cuerpo.

Sin embargo, cuando uno observa los sarcófagos conservados (cuyo número no es testimonial, por fortuna), llega a pensar que no era necesario conservar el cuerpo de forma artificial: que con la vívida expresión de esos rostros tallados en la madera, el granito o la arenisca, ya podría alcanzar para que el alma egipcia, tan dada a supersticiones y a creencias religiosas, alcanzara la eternidad

Contemplemos este detalle del sarcófago de Merit, la mujer del arquitecto Kha a quien éste, en prueba de su profundo amor, le cedió ese sarcófago preparado para él (por haber muerto ella antes). Si después de mirarlo bien, y tras esos ojos de azabache brillante circundados de lapislázuli no captamos alma alguna, podremos sospechar entonces que acaso seamos nosotros quienes no alberguemos una en nuestro interior.

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