EGOTISMO DEL CREADOR

El escritor francés Jean-Marie Gustave Le Clézio, que obtuvo el premio Nobel de Literatura en 2008 responde a Juan Cruz en una entrevista para El País Semanal (9-I-2011), y dice: “Creo que toda mi vida he escrito el mismo libro. Una mezcla de confesión, de búsqueda, de idealismo, de realismo, a veces de execración… Tengo más interés por los otros que por mí mismo”. Luego, dice más cosas. No menos interesantes, pero que ahora no han lugar. Si lo traigo a colación es porque esa frase me interesa a mí.

La primera parte de la misma la suscribiría cualquiera que a esto se dedicara. Al fin y al cabo, todo escritor o artista de raza busca un absoluto, y éste, por definición, es perfecto y, por eso mismo, único. De modo que sí habrá buscado ese libro único por el que uno sienta que trascenderá los tiempos y la propia muerte, cuando acaezca.

En cambio, la segunda parte me parece mucho más discutible. Y si no se tratara de este escritor (cuyas declaraciones me parecen las de una persona humilde sin excesivo apego a los oropeles y los fastos que su condición de Nobel le procuran legítimamente), tendería a creer que es un farsante. Pero, no. No lo pienso. Creo que lo dice sinceramente. Lo cual no implica que sea verdad. Simplemente, cree estar en lo cierto. Tiene certeza. Mi opinión, sin embargo, es que con esas palabras incurre en flagrante error.

Tener más interés por los demás que por uno mismo encubre una falacia, si hablamos de un creador. La de quien piensa que uno no sirve, no existe en realidad, no vale, no es. Hay gente así, eso no se discute. Pero esas personas ayudan a los demás, se implican a nivel político, social, humanitario, etc. Pero no crean. Y si crean, ya pasan al sector donde uno mismo es más importante que los otros. Lo que aquí pongo en cuestión es que un artista, un escritor, un creador de la disciplina que sea, no puede tener a los demás como centro y motor de una vida. Un creador es, ante todo, un egotista. El egotismo admite muchas variantes, incluida la de tomar a los demás como objeto primordial, pero el egotista crea sobre todo para explicarse a sí mismo. Es posible que Le Clézio tome a los demás como medio para lograrlo, y por eso declare que se interesa más por los demás que por sí mismo. Pero, no. Su interés es por sí mismo, sólo que para explicar su particular visión de la vida, el asombro que le procuran los otros, le sirve a él para elaborar su particular cosmogonía y su lugar en el mundo.

Seamos honestos. Los creadores no somos seres solidarios. Ni estamos tan fascinados por el ser humano. El ser humano que nos fascina realmente somos nosotros mismos. Podemos serlo en nuestra vida privada, en nuestra condición de personas, de ciudadanos, pero en nuestras creaciones, el objetivo último somos nosotros mismos, aunque nuestras obras sean muy “sociales”. No nos engañemos. No engañemos tampoco al resto.

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