DESGRACIA (MICRORRELATO)

Ya es desgracia, ya, que siendo, como soy, la única estatua masculina del jardín, la obra suprema del maestro Guinardi, elogiada por todos, colocada entre setos y parterres tan exquisitos y delicados, elevada orgullosamente por entre todo cuanto me rodea, ya es desgracia, digo, que me haya ido a enamorar del único ser que jamás me mirará al rostro, de quien nunca lograré la aprobación pues nadie se la pedirá, a quien nunca conseguiré porque ella vuela siempre demasiado alto. Ya es desgracia, insisto, que siendo, como soy, una estatua de bronce (obtenido por medios no lícitos), me haya abstraído de este modo y no haya forma —ni siquiera violenta o ilegal— de que mi amor encuentre satisfacción a sus desvelos. Ya es desgracia, insisto, enamorarse de la única paloma que visita el jardín, que llega cada mañana puntualmente sobre las diez. Como cada día, bebe agua de la fuente, chapotea un poco mientras mira para todos lados, menos para mi cara suplicante. Luego viene a posarse sobre mi pelo, pero no para picoteármelo o acariciarlo con su pico o sus patas, sino para aliviar su vientre sin recato alguno, dejándome siempre con esa sensación de ácido desamparo que no puedo dejar de sentir cada vez que se va. Ya es desgracia, ya, estar tan ciego como estoy. Mejor dicho, como voy estando; y cada día más.

Deja un comentario