1000 FOTOS. TODO Y NADA

No me di cuenta en su momento, porque no siempre me fijo en todos los números. Pero hoy, cuando hurgué por dentro del blog para insertar una nueva entrada, vi la rutilante cifra: 1000 fotos. Justas. Eso quería decir que desde que inicié la andadura de esta Fotografía y Palabra, iniciando el año 2008, he ido insertando sin prisa y con escasas pausas ese número de fotos. El número de entradas es algo mayor, pero el de imágenes es justamente ése. En esos cuatro números se encierra lo que han dado de sí estos seis años de discontinua tenacidad en mi blog.

¿Qué supone eso? Nada. Y todo. Nada, porque todas esas entradas son un trasunto de lo que es la vida, que sólo transcurre hacia adelante, pero no se detiene por más números con que la anudemos. Todo, porque sin este tipo de objetivos, la vida no sería más que mera supervivencia biológica. Nada, porque en realidad nula trascendencia he logrado con la creación, mantenimiento y prosecución de esta bitácora. Todo, porque gracias a ella he consolidado amistades, he profundizado en la técnica de edición de fotografía digital, he sacado a la luz textos e imágenes que de otro modo jamás habrían sido conocidos. Nada, porque ya ha quedado claro hace mucho tiempo que no me codearé con Cartier-Bresson, Chema Madoz o Ansel Adams en la Historia de la Fotografía; y mucho menos mi nombre figurará al lado de los Monterroso, Quevedo, Borges y compañía, en la Historia de la Literatura. Todo, porque si no hubiera escrito tanto por aquí, con la ilusión de sacar todos esos textos -con la diferente cadencia que cada vez me autoimponía-, yo sería hoy mucho, muchísimo menos y mi autoestima sería algo horizontal muy cercano al suelo de la más plana vulgaridad. Nada, porque con la “publicación” de escritos e imágenes uno ya tiene la impresión de que el proceso creativo se da por completado, y no he insistido lo suficiente en el paso siguiente de buscar la publicación tradicional vía libros, lecturas públicas, exposiciones, etcétera. Todo, porque mi obra no se ha quedado, como antes, en sus cajones respectivos, y un número de personas (escaso, pero de fidelidad sorprendente) ha podido interactuar con mis obras, disfrutarlas, discutirlas, horrorizarse también; es decir, que mis obras sí han visto la luz y pueden seguir siendo leídas y contempladas.

Con todo, 1.000 es un número poco literario. Es más bien matemático. Si al menos fueran, como Borges apuntara, mil y una, al menos eso le daría un matiz de misterio, exótico, oriental, infinito. Pero para que eso ocurra, sólo debemos esperar un día más, hasta que salga la próxima. Probablemente mañana.

Deja un comentario