RECIBE LIMOSNA… ANTES DE ABRONCAR AL LIMOSNERO

En la zona de La Piedra, en verano, con todo el turismo de fuera, del interior, y con los lugareños vigueses en su máxima expansión matinal del vermú, la gitana abordaba a cualquiera que pasara a su lado, pidiendo para alcanzar la soldada profesional que esa mañana se había establecido como meta.

Unos aquí, y otros allá, la mujer iba logrando algunas monedas que echaba en el gran bolso derecho de su vestido. No le vimos ningún mal gesto, sino sólo sonrisas impostadas, la ejecución de un papel mil veces interpretado. Era un figurante más de una zona donde todos éramos anónimos, aunque ella lo era un poco menos.

Como gesticulaba mucho, y se movía más, me decidí a tirarle algunas fotos de robados, buscando alguna actitud, algún gesto, que tuviera algo de interés documental. Y, sí, me los dio. No uno, sino varios.

Aquí sólo muestro uno. El momento seleccionado por el encuadre en el que un turista (su indumentaria lo indicaba a las claras) ofrece una moneda a la mendiga. El gesto parece agradecido, y las extremidades casi confluyentes lo dicen todo. Si no dijera nada más, la foto quedaría como uno más de tantos momentos que es fácil lograr en cualquier zona de gran aglomeración en las grandes ciudades. Pero lo que contemplamos a continuación nos dejó atónitos a cuantos presenciamos la escena completa.

Al comprobar el bajo valor de la moneda, la señora del pañuelo verde comenzó a increpar al limosnero, diciéndole de todo, echándole pestes y maleficios. De palabra y obra, sus gestos amenazadores pillaron tan desprevenido al hombre y a su pareja, que no pudo hacer otra cosa que salir huyendo.

La anécdota da para mucho debate, para mucha reflexión y para mucha opinión.

Mañana, en la sección “Fotografía del día” publicaré otra imagen de la secuencia que capté, y que corrobora gráficamente el relato que precede. Mañana, ya digo, en su pantalla amiga.

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