LA BIOGRAFÍA DE MARGUERITE YOURCENAR

Ayer empecé a leer la gruesa biografía que Josyane Savigneau escribió sobre Marguerite de Crayencour, nombre que luego transformaría en Yourcenar. Sus mundos diversos enlazan cultura con viaje, con autoeducación, con voluntades dilatadamente dispares, con la independencia; con la escritura, claro. Contemplo casi con pudor la interpretación que de una vida ha hecho alguien para cuya labor ha usado de palabras de la biografiada, de sus textos, y de palabras ajenas. Con todo ello, ¿qué porción es verdad?, ¿a qué podemos llamar relato de su vida y a qué ficción proveniente de la autora? Lo curioso de la circunstancia es que en verdad me da lo mismo. Del mismo modo que importa más bien poco que una vida no pueda embutirse en un libro sino de una forma artificial e inicialmente presuntuosa. Como es igualmente estéril conjeturar si Homero existió, si fue el autor de dos impresionantes frescos épicos, o intentar ahondar en la homosexualidad culpabilizada de Gide. Da lo mismo. Una vida no es traspasable al papel. La idea que se nos haya ido creando, o lo que voluntaria y sectariamente vayamos concibiendo, sí. El resultado será una irrealidad que la poseerá como una existencia real, dependiendo de la calidad de la ficción, de su potencial sugeridor. Porque toda biografía es una mentira posibilitada desde lo imposible. Y más la de una persona que se autobiografió con recurrencia, aportando datos, ordenándolos y destruyéndolos (o lacrándolos hasta cincuenta años después de su muerte, hasta el 2037).

Sin embargo, pasear la mirada enfebrecida y admirativa sobre la ficción real de alguien a quien se ha atribuido una serie de valores, y corroborarlos en la práctica lectora, resulta un ejercicio estimulante, por lo que de irreal y de canalla tiene, como toda actividad voyeur que se precie. Es jugar a que uno es alguien que fue y nunca se alcanzará a ser. Es un globo explosionado antes de su concreción final. Es un ejercicio emulador, comparativo, educador; fútil, en definitiva. Pero como todo lo infructífero, ejerce una gran fascinación sobre los que odiamos el pragmatismo de las convenciones y de la marcha en común. Y a procurarle buen reposo me conduzco. Ella ya ha publicado algunas obras y coquetea con su mundo, definiendo sus esferas, recortando sus deseos, ampliando su universo. Está, en última instancia, aprendiendo a aprender, queriéndose por querer ser, y siéndolo, por añadidura, por capacidades y por una exhibición de voluntad y obstinación muy fuera de lo común.

(24 de Diciembre de 1995; 2 h. 45 m. AM)

Concluyo la biografía sobre Yourcenar, escrita, por cierto, de un modo apresurado, lamentable y atendiendo sobre todo a los hechos, sin un análisis certero ni de su obra ni de su persona; al menos, a mi poco humilde entender. Sí es válida, en cambio, como fuente de datos, de gustos, de vivencias con cuyo descubrimiento o confirmación yo he disfrutado mucho. Lo cual no es precisamente un mérito de la mediocre Josyane Savigneau, sino de la biografiada, cuya vida dispuso de una riqueza inmensa, que tuvo a gala forjarse día a día con la conciencia muy clara sobre lo que quería y cómo lo quería. Fuente inagotable de experiencias y de comparaciones inevitables cuando se trata de una biografía, cuando se trata de Yourcenar y cuando se trata de mí mismo como lector. Su conclusión adquiere, en cambio, el carácter del levantamiento de otra veda lectora. El año 1996 se abre así lleno de expectativas y de mundos paginados que explorar, de técnicas y estructuras que cotejar, de sensaciones y magias que combinar y que degustar.

(10 de Enero de 1996; 0 h. 18 m.)


Ambas entradas del diario inédito Palimpsesto del Dubio y la Aoristia

Deja un comentario