INQUIETANTES MUÑECAS

A pesar de su belleza (o tal vez por eso mismo), son inquietantes siempre. Al menos, a mí me lo parece, aunque se las encuentre en un mercadillo rodeado de personas bulliciosas y alegres, y no haya razón para recelar de ellas. Pero yo sospecho de continuo: que nos miran, que cuando las miramos ellas disimulan y hacen como que dirigen los ojos a otro punto distinto. Pero nos miran, sí, nos calibran; saben cómo atraernos y hacernos sus cómplices; a veces, sus esclavos por completo. Me inquieta su aparente inmovilidad. Me inquieta lo que pueden hacerme. Sólo tengo un modo de zafarme de mis miedos. Las convierto para siempre en una imagen verdaderamente inmóvil que no podrá cambiar su apariencia. Conjuro de esa forma mis miedos, aunque sólo por cierto tiempo. Hasta que las próximas se crucen en mi camino.

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