HAYLAS, SÍ, A TANTO EL VUELO

Decían que corren malos tiempos para la lírica, y para todo lo que no sea lo que ya sabemos. Pero hay quien sigue creyendo en brujas, meigas, xanas y otros súcubos. Yo soy de ellos. He visto a una, y la he fotografiado. Regresaba a casa, cansada, tras muchos vuelos al lado de la catedral, donde trabaja. Antes, la cosa tenía más romanticismo, más glamour, incluso, aunque oscuro e inquietante. Ahora, la meiga trabaja por horas, tiene las vestimentas ajadas, los zapatones sin suela y el cansancio la hace pensar más de lo que debiera. Cuando regresa a su agujero, cuenta sus monedas y se toma un brebaje más de lo indicado. Quizá así olvide que se llama Salustiano, y que no se hacen tres años en la Escuela de Teatro para acabar haciendo vuelos de escoba por horas, y por la voluntad.

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