DÍA DEL PADRE, SIN PADRE

Tres meses menos diez días. Eso hace que mi padre se fue. Hoy, día de san José, en medio de esta anormalidad del enclaustramiento, me encuentro con que es el primer día del padre de mi vida en el que no tengo padre. Tengo una sensación muy extraña. Pero no mayor -seguro- de la que experimentaría él mismo, si pudiera contemplarme escribiendo sobre él. Ha ocupado muchas páginas de mis cartas y de mis diarios, pero creo que es la primera vez que lo hago de un modo público. Cuando menos, eso ya es revelador.

Dudé mucho sobre hacerlo. También tardé bastante rato en decidirme sobre la foto que mostrar para ilustrar estas palabras (no es, en cambio, la primera imagen que difundo de él; tengo cuatro en mi galería de Flickr). No era proclive al posado, aunque tampoco ponía la mano delante ni huía despavorido al ver un objetivo. En cualquier caso, la mayoría de las imágenes que le pude captar son bastante convencionales. Esta no lo es.

Fue tomada el 16 septiembre del 86, en su 51º cumpleaños, con menos edad que la que tengo yo ahora. Es la última foto que le hice a él solo con la cámara familiar, la Werlisa color que usábamos sólo cuando íbamos de vacaciones y en las festividades, como ese día. Al año siguiente, por similares fechas, ya tendría mi primer equipo propio.

Quizá pueda entresacarse un sesgo simbólico a lo que aquí se ve: una persona cariñosa, que sólo muestra su afecto en determinadas circunstancias, cuando los demás no miran; aunque sea sólo con un animal.

Mi padre era un hombre austero, de modales fríos. No se mostraba cariñoso, al menos en casa. Aunque se ocupó de nosotros como su cargo le imponía. Nunca sabré si por obligación o por cariño, pero cumplir, cumplió. Y, si me pongo a repasar, tengo muchas más cosas que agradecerle de las que me gustaría admitir.

Sin embargo, nunca tuve una relación fácil con mi padre. Su carácter no ayudaba con el mío, y a él le pasaría lo mismo, supongo. Además, le consideraba responsable directo de ciertas insanias familares. Y es que, pese a ser historiador, cometí el error de hacer caso sólo a una parte de las fuentes, obviando las que no encajaban en mi explicación apriorística, sin pretender explicaciones objetivas. Quizá estaba demasiado implicado en el proceso, al ser juez y parte. Cuando lo hice, ya éramos muy mayores todos, y tampoco ayudó a que el afecto aflorara exteriormente.

Con el tiempo, me he convencido de que debió tener su parte afectiva, aunque no la manifestara con nosotros. No he hablado con nadie en los últimos años que no me haya ponderado positivamente a mi padre, aludiendo a varias cualidades, que abarcaban desde la fidelidad más duradera hasta la asesoría legal, algo de lo que él sabía mucho. Y ciertos episodios acaecidos el último año -tras el fallecimiento de mi madre-, lo confirman; así como el hallazgo de algún documento revelador de su primera juventud.

Y, como aquí se ve, mi padre era capaz de los cuidados más exhaustivos -su especialidad-, y también de la ternura. Sirva, pues, como icono del padre que me habría gustado tener más a menudo, y que tan pocas veces pude disfrutar. Y como homenaje a mi padre en un día del padre, sin padre ya.

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