BREVE SUEÑO AL BORDE DEL MAR

Al lado de la playa, recibiendo el dulce sol invernal, que ilumina, pero no calienta, una mujer dormita bajo una palmera. Dos bicicletas se encuentran al lado. Tal vez sea la suya y de su pareja; acaso, la de alguna amistad. Puede que pertenezcan a otras personas cercanas, que el encuadre nos oculta. Da lo mismo, porque lo que nos interesa ahora es el sueño de la joven, sobre el que podemos especular cuanto queramos. Un sueño leve, con cierta incomodidad física, pero necesario seguramente por las cargas familiares o el estrés navideño. Unos instantes de recarga de energía, de aislamiento de todo y de todos, antes de volver a las obligaciones festivas, tal vez conyugales, acaso familiares. En esa cabeza ladeada, serena y despreocupada, se fundamenta el impulso necesario para el nuevo año que se aproxima con rapidez. El sueño inunda su lasitud. Cuando se levante, una persona nueva brotará de su interior y afrontará el resto de la jornada con ánimo de mayor recorrido. Incluso una sonrisa decidida, que muestre a los demás lo dispuesto de su renovado ánimo, que durará -es posible- hasta el próximo dulce sueño.

 

 

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