ADVERTENCIA EN LO ALTO DEL PUERTO

Nunca fui persona muy dotada físicamente, pero hace muchos años, practiqué mucho deporte, sobre todo frontenis, footing y ciclismo. En realidad, nunca era nada serio, sino del modo en que los jóvenes queman testosterona, subliman carencias y procuran cultivar el cuerpo, ya que la mente, a esos años no brilla por sus hallazgos precisamente. Las cosas cambian y, con el tiempo, el único deporte que he llegado a practicar hoy son la caminata ligera y el ajedrez; y no por este orden de frecuencia.

Por eso, para compensar, todos los veranos, cuando paso a Francia, me gusta subir algunas cotas de las llamadas míticas. De esas que hemos visto tantas veces ser escaladas con una máquina rudimentaria llamada bicicleta. Y sí, habrá hoy muchos avances en los materiales y en los diseños, pero los desniveles están ahí y las rampas que el hombre ha construido para salvarlas, también. Y solo cuando se ven en persona, cuesta creer que esos hombres puedan subirlas a veces con la velocidad que le imprimen a algunos ascensos. Dopados, o no dopados, que ésa es otra. Pero hay que verlo en directo para sorprenderse, se quiera, se crea, o no.

Este año, tocaron los altos de La Colombière y Des Aravis. Justamente, los que subieron (y bajaron) los participantes del Tour de este año en su etapa vigésima, la penúltima de esta ronda. Sólo que cuando lo hicimos nosotros, motorizados y no en bicicleta, por supuesto, ya había pasado todo el barullo previo, y sólo había un buen puñado de esforzados anónimos intentando emular -ellos sí- a los grandes héroes de esta especialidad.

Fue en la cumbre de La Colombière, de “sólo” 1613 m. sobre el nivel del mar, donde hallé la imagen de arriba. En lo alto de los puertos míticos suele haber algunas esculturas, hitos, imágenes, carteles, que los identifican y que sirven para que muchos se hagan fotografías a su lado, corroborando así su estancia en las cimas. Pero a mí me llamó la atención el hecho de que la figura del ciclista estuviera al lado de una cruz, como si sirviera de premonición o aviso ante lo que cabría esperar nada más iniciar el descenso de dicha cota. Me recordó las cruces de Punta Roncudo, en la Costa da Morte, que también he mostrado aquí. Pero allí las cruces conmemoraban, honraban, lloraban a los muertos del pasado. Aquí parecían advertir de las desgracias del futuro. Después de tomar la foto y estirar un poco las piernas, iniciamos el descenso. Pero con mucho, mucho más cuidado que a la subida.

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