EQUIVOCARSE, LA ESENCIA DE LA VIDA

Siempre leo los suplementos culturales con retraso. Ya los compro al acabar el mes, con lo que como mínimo llevan publicados algunas semanas. Pero es que luego se acumulan en casa, y cuando los leo ha pasado algún tiempo; en ocasiones, varios años. Lo que hoy leí, en cambio es relativamente reciente. Es “sólo” de finales del año pasado. Se trata de una entrevista de María Marco al escultor mallorquín Bernardí Roig en El Cultural del 11 noviembre de 2022, a quien no tenía el gusto de conocer, pero al que ahora voy a proponerme recordar, después de haberle leído una respuesta maravillosa a una pregunta improcedente.

La periodista ensalza su obra, diciendo que le parece muy coherente en su trayectoria y, del modo más tópico y banal imaginable, le inquiere si se ha equivocado alguna vez. La respuesta completa a dicha pregunta es lo que sigue: «Nunca sé si lo último es lo mejor, de hecho ya he dejado de pensar en lo último. En cada una de mis exposiciones vuelvo al punto de partida y sigo siendo el que se equivoca. No tengo nada de qué arrepentirme. Me he equivocado lo mejor posible y pienso seguir haciéndolo, si acierto me pararé».

Eso fue lo que más me llamó la atención de todo cuanto dijo que, de todas formas, era bastante inteligente en general, teniendo en cuenta el nivel de la entrevistadora. Pero la clave está en ese matiz: toda creación es un ensayo, un transcurso, una intentona, algo perfectible, mejorable, matizable, ampliable, reducible; jamás una meta, una llegada, una conclusión. Porque si quien crea piensa que ya lo logró, no será un creador de fuste. Y si piensa que ya se logró lo máximo posible, puede que tenga razón, pero entonces insistir ya no tendrá sentido y, como responde este escultor, habrá que pararse.

La única frase que me desazona un tanto es la que alude a la falta de arrepentimiento. Tenemos miles de razones para arrepentirnos, a diario, a lo largo de nuestra vida, etc. Aunque seguramente lo dirá en el sentido que apuntaba Faulkner que recomendaba en La mansión no perder tiempo lamentando errores, sino que bastaba con no olvidarlos. Porque en esencia vivir es eso, equivocarse de continuo, aunque sería deseable hacerlo de manera diferente cada vez, porque si los fallos acontecen siempre en el mismo punto o repitiendo resultados ya obtenidos, algo estamos haciendo mal. Tropezar en las piedras es inevitable. Lo inteligente (o, al menos, lo no estúpido) es que siempre sea una piedra diferente, y a ser posible más pequeña.

Deja un comentario