EN LÍNEA (APROXIMADAMENTE)

—(Madre mía, lleva ahí sentada casi una hora, y no ha levantado cabeza del libro. Una lectora empedernida, nada menos. Es verdad que llegó después de mí, pero ¡qué constancia, qué pasión por la lectura! Seguro que es igual de apasionada en la cama. Mmmm. Pero ¡qué cosas digo! Si no la conozco. Aunque podría conocerla. Y ya me gustaría. Por lo que veo así de reojillo no está mal, parece sencilla, no una engreída de esas que te hacen el favor de hablarte desde lo alto. Y de curvas no anda escasa. Podría aproximarme poco a poco. Aunque, no sé. Parece tan abstraída… Claro que podía ser una típica treta femenina. El truco del libro para atraer a alguien parecido, como se hace con los perritos, que con ellos sí que se liga, desde luego. Sí, yo creo que debería ir aproximándome poco a poco, y cuando vea qué libro está leyendo, ya tendré un tema que tratar, y después de eso, la cosa ya está cantada. A mí las intelectuales se me dan de maravilla. En unos instantes, de palique y, luego, lo que venga. Hoy, seguro que pillo plan.)

—(Madre mía, no me lo puedo creer. Que ese capullo me dejara ¡a mí!, que siempre he ido dejando yo. Inaudito, una tragedia al completo. Si no puede haberme ocurrido a mí. Y Ángela y Mari de viaje de estudios, con lo que no puedo hablar con ellas. Y en casa me podría morir, claro, no era plan quedarse. Así que: ¿qué me quedaba? Pues un libro y al rincón, a hacer como que leo, porque si me quedo en casa, me tomo un tubo de algo, aunque ese cabrón no lo merezca, porque estoy que reviento por largarlo todo, pero, claro, en casa ni pensarlo, antes me voy de tiendas, pero a fin de mes… Dios, qué faena, y justo en primavera, que ya llega el buen tiempo y se pueden poner sandalias y enseñar muslazo. Y por aquí no hay nadie interesante, salvo el gafotas feo ése que lee; y yo sin nadie a quien contarle todo esto, por favor.)

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