De madrugada, una niebla lechosa y densa lo envolvía todo con una apariencia irreal, ocultando casi todo a la vista. Todo parecía un sumidero capaz de tragarse cualquier intento de realidad, como hace con la luz y con la materia un agujero negro.
Unas horas después, un sol pletórico disuelve los misterios y todo renace a la vista. El remedio sólo consistió en saber esperar, en aguardar las circunstancias y no renegar porque a esa hora había niebla y no había sol. Del mismo modo que ahora no hay que despotricar porque haya sol y no niebla.
Pues lo mismo debería suceder en el campo artístico-literario. El secreto se halla en una adecuada y pertinaz espera, que distribuya la energía y el talento en los recipientes adecuados en el momento preciso, pero teniendo bien presente que para que la magia se produzca, uno no debe bajar la guardia jamás. En definitiva, no hay descanso posible en la condición de escritor. Ni en la de los artistas.
Del diario inédito Migas para el bosque, entrada de 17 de mayo de 1998