El chico, como otros en su misma acera, no mendigaba en el sentido habitual del término. Ofrecía su música a cambio de unas monedas (o de algún billete, que alguno caía de cuando en vez). De modo que ni su actitud ni su cometido parecían los de un mendigo. A sus ojos, estaría trabajando. Con un horario regular, pero sin…
Que la chica adora a su perra, parece claro. Resulta evidente que le encanta su cuerpo delgado y fibroso, sus orejas puntiagudas y alertas, la expresión natural que mantiene siempre (pues los animales no fingen nunca), el hocico alargado, la armonía de su cabeza, el color leonado de su pelo. Le gusta tanto, que le ha hecho cientos de fotos:…
—Pero ¿de verdad estás seguro de lo que dices? —Pues claro. De muy buena tinta lo sé. —¿Entonces…? —Sí, tal como te dije. —Estamos apañados, pues. —Desde luego, nuestros días están contados. —¿Y los de ella? —Son los suyos los que están contados realmente, y, como consecuencia, los nuestros. —Tan sana que parecía… —Para que te fíes de las apariencias.…