Tras unos segundos de respiración, el cuerpo se acomoda, se sienta, ocupa su espacio. La cabeza y las manos buscan su encuentro en la confluencia con el instrumento. Unos segundos más para afinar el temple de las cuerdas, que aguardan tensas, como el aire que todo lo envuelve. Los ojos no se desvían de su profundidad interior; en ningún momento…
Pese a lo que diga mamá, yo sé que mi papá me quiere. Yo creo que me quiere mucho. Antes me regañaba alguna vez, pero ahora cuando salimos de fiesta es el mejor, y me compra lo que quiero. Sobre todo, cuando vamos al centro comercial, de tiendas. Si le digo que me monte en ese coche eléctrico que se…
Querida madre, me alegra contarte que por fin he logrado mi sueño, aquel que tantas ilusiones me hizo concebir, aquel que no soportabais ver en mi cabeza, y por el que tantas palizas me disteis. Siempre quise volar, y vosotros lo sabíais de sobra. Era mi único sueño real. Mis condiciones mentales eran óptimas y mis características físicas nunca estuvieron…
La mujer decapitada tiene hambre. La revoltura la consume. Los hechos más recientes, también. La memoria no hace sino empeorar las cosas. Ha recordado su infancia. Cuando su madre le traía un vaso de leche todas las noches al acostarse. Y de repente se encuentra deseando tener en sus manos un gran vaso de leche con que saciar su añoranza…
Ella estaba allí convencida de estar en su casa. Nunca había estado en el palacio, pero en su cabeza residía la certidumbre de que alguien la había invitado a pasar una temporada en la corte. Tuvo que efectuar un largo viaje para ello. Ahora, se encontraba en el umbral del acceso, pero no entendía por qué había tanta gente aguardando…
—Así me gusta, hija mía, que seas obediente. Ya sabes que si no haces lo que te digo, tu salvación resultará muy difícil, por no decir imposible. —Sí, padre. —Veo que has venido a mí, pura, desnuda, libre de taras mundanas, como te ordené ayer, para proceder a tu limpieza general de pecados. —Como Su Reverencia me mandó, padre. —Bien,…
Caminaban lentamente, cuando el sol declinaba. Sus caras estaban serenas, pero serias. Sus manos no iban entrelazadas y sus cuerpos caminaban el uno al lado del otro, sin pegarse. Cuando llegaron a la rotonda, se sentaron sobre el pretil, frente al mar, dejando la gente a sus espaldas. Hablaron muy poco, apenas unas palabras de cada vez, en dos ocasiones.…