LA COMIDA, NEXO DE UNIÓN

La comida podría llegar a unir a los humanos, si éstos, tan exclusivistas como siempre, no se obcecaran en marcar las diferencias. En cinco días consecutivos, he comido con tres personas diferentes. Solos, frente a frente, que es como a mí me gusta comer más que nada. En un diálogo gestual, olfativo, conversacional, gustativo, total, en el que dos personas se transmiten lo que su cuerpo recibe por varias vías distintas, todas ellas confluyentes en la sensualidad que caracteriza esos momentos.

La comida sería un nexo de unión, una posibilidad para que quienes discrepan, se oponen, se odian, pudieran ofrecerse una oportunidad de compartir, de paladear. Y aunque todo el mundo sabe de las posibilidades de una buena comida para limar asperezas y rencores, no suele recurrirse a ello en la medida que se debiera. Por desgracia.

He dicho y escrito hasta la saciedad que lo peor que conlleva mi vida de solitario impenitente es tener que comer solo la mayoría de los días. Pues bien, cuando esta situación se altera por alguna causa, sorpresiva o planificada, el día se ilumina de un modo especial. Este fin de semana, con X ayer con Y y hoy con Z. Todos ellos, en mi casa, con comidita preparada por mí, sencilla, pero gustosa y que produjo gran satisfacción, si hemos de creer a los comensales. Carnes, vinos, copas bellas, conversación entusiasta, pletórica, personal. Comunión de un tiempo congregados alrededor de unos alimentos y bebidas que suelen ser una excusa, un medio, para que la palabra, el acercamiento y los sentimientos me enlacen más a unos seres que quiero en mi cercanía, que me ayuden a sentirme miembro de una comunidad algunas veces por lo menos y que, al tiempo, me permitan apurar esa dosis de relación social que todo humano debe disfrutar para que pueda degustar su propia soledad adecuadamente. He comido cinco días seguidos con tres personas diferentes. Y aún casi no me lo creo.

Diario, inédito. Entrada de 16 de enero de 2001

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