DESDE LA CUMBRE (MICRORRELATO)

Asciendo desde hace dos horas. Son sólo unos pocos cientos de metros. Nada que mi experiencia no controle. Pero el tiempo apremia, el amanecer me aguarda y no debo perderlo. Tal vez sea el último, y hoy está despejado; habrá buena visibilidad. Parece que te siento otra vez a mi lado, como entonces. Pero sé que es tu fantasma, que jamás me desampara. He querido venir solo, de nuevo, para ver si mi recuerdo activa algo de lo que sentí por ti. Los pasos que oigo son los que producen mis botas contra el camino. Los jadeos, los míos, que se agudizan a medida que la altura aumenta. Ya queda poco. Como poco es lo que recuerdo de tu cara, que cada vez tiene menos rasgos definidos. Por eso subo hasta aquí, donde alguna vez ocurrió algo, eso sí lo sé. Pero no sé bien qué fue. Me dejo llevar por las sensaciones: aquí sucedió algo una vez. Tal vez te dijera lo que sentía por ti. Acaso te besara. Incluso pudimos planear nuestra vida juntos. No lo sé. Ahora, sólo siento que el sudor desborda mis cejas, y me ciega algún instante. Ya falta poco. La aurora se presiente. El frío arrecia por momentos. Llego al fin a la cima. Por fin la panorámica resulta completa, en derredor. Ahora sólo me acompaña el sol, que acude puntual a la cita. Pero su resplandor creciente no logra evaporar mi soledad, ni tampoco ilumina mi memoria. No sé lo que pasó aquel día. No sé qué por qué he subido, en realidad. Tampoco sé para qué bajar. Sólo el paisaje que clarea entre la bruma desvela algunos de sus secretos. Me pregunto qué haré aquí, el porqué de esta ascensión, a mis años. Aunque las vistas no pueden ser más hermosas. Y siempre puedo imaginarte, de nuevo.

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