CABALLITO LIBRE

Me miran tanto, que ya no sé qué pensar. Me miran, ladean la cabeza, acercan sus miembros, tocan el cristal. ¿Qué se imaginarán desde ahí dentro? Son tan extraños, los humanos, siempre en grupo, siempre distintos, por oleadas; nunca están de uno en uno. ¿Cómo podrán vivir así, sin pasar nunca dos veces por el mismo sitio? Pero me resulta tan gracioso que me miren de esa forma, como si se sorprendieran de verme. Claro, a lo mejor no saben quién soy, ni por qué les miro con cierta pena, porque es que me dan lástima, los pobres, siempre encerrados ahí, tras el cristal, sin poder respirar este agua rica y limpia. Sí, va a ser seguramente eso, que no saben quién soy ni cómo me llamo, pero me da que no lo van a saber nunca, porque se lo digo todos los días varias veces, y ninguno me contesta. Se limitan a hacerme muecas y a mirarme, y a ladear la cabeza, y a tocar el cristal. Lo cierto es que la cautividad vuelve muy graciosos a los humanos.

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