Me habláis a menudo de vuestra mala suerte, de vuestro penoso destino, de la rebeldía de que hacéis gala y de los deseos más ocultos que lleváis albergando a lo largo de vuestra corta vida. Yo os escucho siempre, porque os debo obediencia y respeto, y hasta diría que os quiero, pero me cuesta entenderos, princesa. Al fin y al…